viernes, 6 de marzo de 2009

Economía de mierda/Estado asesino


Una de las estructuraciones económicas más apabullantes en la culminación del siglo XX –manifestada con toda su potencialidad hoy día- es la atomización productiva, el subcontrato, la disgregación del rol industrial, los microproductores, las PYMES...todo desde el punto de vista de la microeconomía social: herramienta enmascarada del neocapitalismo. ¿Es entonces, una decantación natural del proceso capitalista esta desaparición de la industria como elemento cohesionador de la economía?. Me lo pregunto con el siguiente criterio: Es acaso una formulación del encuentro de fuerzas político económicas internacionales, concientes de los movimientos internos de cada sector del planeta, este cambio de sistemas de producción, entiéndase, aquellos poderes de facto, que caricaturizados tantas veces en nuestras mentes hoy se vuelcan con su fuerza omnipotente sobre todas las posibilidades de subsistencia para nosotros (en volá sionista)? O es simplemente, una ruta natural del proceso capitalista que como otros rasgos inherentes a su evolución nos seguirán degenerando la sociabilidad?
El hecho concreto es que se despierta una forma dual de entender el trabajo con estas nuevas formulaciones de empleabilidad. Shile, para nuestro caso, el país más experimental de Latinoamérica, conejillo de india de todas las trampas políticas en su amplia gama de colores, se enfrenta de cara a este condicionamiento laboral.
No entrare a desenredar madejas con nudos ciegos, no hay en mí intención de comentar sobre la constitución del 80, ni sobre el heredado neoliberalismo de los Pinochet boy, simplemente busco reflexionar en torno a como la socialdemocracia de la época que me ha tocado vivir me mete el dedo en el hoyo con su política económica.
Por un lado pareciera que la capacidad asociativa de producción - en el marco de la autogestión productiva- es, a estas alturas casi una falacia, una meta incumplible, pero de efectos incendiarios aun en algunas almas resueltas a no pasarse a caca, sin embargo deberemos por muy incondicional que sea a esas visiones, echar a un lado las disquisiciones relativas al tema para centrarnos en una única desesperanza: La inegable desestructuración del poder del trabajador - hoy empleado, hace rato ya no obrero-.
Con la aparición de estas practicas de generación laboral, el concepto de producción se matiza inadecuadamente, en un vaivén que va entre la aproximación de la institucionalidad publica, resuelta a personificar la tecnocracia de otros años en su política de cantidad por calidad y el compás de la teoría del chorreo económico del sector privado que amparado por figuras legales permisibles desarrolla la monopolización y multipartición de los sectores de producción. Consorcios, transnacionales, capitales circulantes y golondrinas, todo en manos de unos pocos...eso es cuento viejo. Creo que el vaivén se representa entre la comprensión de una idea de progresismo endógeno que tiene el carácter del Shileno, una incuestionable idea de país que surge, que avanza de mano de sus políticos guatones y que nos empapa de un espíritu nacional tipo guerra del pacifico y aquello que es indecible por su caótica tragedia – o por su pasivo decaimiento- la desvalorización de la mano de obra y la desarticulación de la fuerza productiva. Microcreación de espacios de trabajo, imposibilidad del ejercicio de la asociación y por ende la represión subterfugia de la organización. En el fondo no digo nada nuevo, me doy cuenta por medio de distintas experiencias de la cagada en la que vivo. A partir de distintos puntos me acerco a presenciar con la diversidad de las miradas del resto una realidad de mierda que me hace entender y dar cuerpo a la rabia que siento.

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